Equilibrio

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A ser feliz, se aprende

jueves, 27 de octubre de 2011

El Árbol de la Vida




El Árbol de la Vida es una película, actualmente en cartelera, que ha provocado polémicas en su estreno. Para algunos, es una obra maestra. Para otros, un tostón insufrible. En las sesiones ha habido abandonos en medio de la proyección (doy fe de ello). Para posicionarnos, diré que me encantó, aunque no me parezca una obra maestra.

No es una cinta fácil. Exige atención y entrar en su ritmo lento y parsimonioso, que se recrea (a veces demasiado) en sí misma. Hay que añadir que incluye algún giro que puede descuadrar. Es una experiencia sensorial y como tal hay que dejarse llevar sin tener que acabar de apresarla por completo. Me recuerda en cierta medida a “2001, Una Odisea en el Espacio”.

A mi parecer, establece paralelismos entre la creación y desarrollo del universo, y por ende, nuestro planeta, y el nacimiento, formación y curso de una familia típica. De lo macro a lo micro. Lo primero es espectacular, grandioso y apabullante, pero lo segundo también tiene su complejidad. En ambas situaciones se libran tensiones enormes para que ambas sigan adelante.

Y debajo de todo eso, el forcejeo de la vida por sacar la cabeza. Las innumerables carambolas a lo largo de incontables años para que la vida se materialice. Y dentro de esta vida, aparecemos nosotros. Visto así, crea perplejidad y asombro, en su sentido literal, que estemos aquí, entre las millonésimas posibilidades que se podrían haber dado, y que además seamos como somos.

Añado una cita de Manuel Hidalgo en El  Mundo (7 octubre de 2011) hablando de Terrence Malick, director de la película:

“Es una película para quien tiene paciencia y capacidad contemplativa, para quien puede llegar a elaborar ideas a partir, sobre todo, de una experiencia sensorial y emocional. Lo que dice es sencillo: ama, sé bueno, haz las cosas bien, perdona. Los gestos del amor, el tacto del amor sobre los cuerpos. Ese es el antídoto contra el dolor y contra la muerte. De ahí surgen, también la belleza y la bondad. El Árbol de la Vida no es una película pretenciosa, es muy ambiciosa. No es perfecta, es irresistible. No exige comprensión, propone una conmoción que reaviva la inteligencia y la conciencia.”


Javier Gutiérrez Sanz
Psicólogo




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