Viendo Melancolía de Lars Von Trier, me llamó la atención como una persona puede aparecer como descontrolada, sin rumbo vital, al amparo total de la ayuda de su hermana, y al contrario, como esta misma, se conduce bien en su vida, y además se encarga totalmente de la primera. A bote pronto, una se muestra totalmente incompetente y la otra perfectamente competente.
En
la segunda parte de la película acontece una amenaza terrible de imposible solución.
La actitud de la hermana desvalida se transforma en profunda serenidad y
aceptación de lo que va a suceder. La
hermana competente pierde el control. Los papeles se invierten.
Creo
que la gente se muestra competente según el escenario en el que esté y cómo
valora sus capacidades acorde a esas demandas ambientales.
Me
parece que es importante potenciar esas habilidades y fortalezas que sí que se
dan, aunque sean pocas veces. ¿Por qué? Porque se pueden trasladar a otros
ámbitos, y así, expandir nuestra propia competencia. Además nuestra autoimagen
mejoraría y nos haría más fuertes ante los errores que podamos cometer.
Está
claro que hay campos en los que no somos buenos, e incluso nulos, pero hay
otros en los que hemos sido nosotros mismos los que nos hemos cerrado la
puerta, sin atrevernos siquiera a llamar a esta.
Desarrollar
más nuestra competencia puede servir para cruzar esa puerta que nos hemos
negado a atravesar, y así ampliar nuestra autoestima. Por otro lado, nos
protege de una crítica exagerada respecto a lo que no se nos da bien, haciendo
que nuestra imagen global no se vea dañada porque no seamos buenos en
determinadas cosas.
¿Qué
se nos da bien? ¿Por qué? ¿Qué hacemos para que sea así? ¿Es magia o nosotros
tenemos algo que ver?
Esta
puede ser una buena manera de empezar a desarrollar nuestra competencia.
Javier
Gutiérrez Sanz
Psicólogo
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