No
soy lingüista pero creo poder afirmar que sin lenguaje no seríamos lo que
somos. El lenguaje sirve para comunicarnos fundamentalmente pero no menos
importante es su capacidad para crear conceptos, ideas, visiones sobre lo que
somos y lo que nos rodea. Las palabras multiplican nuestros haberes. Expansionan
nuestro cerebro. Además es capaz de crear belleza en sí misma y tener una
influencia enorme sobre lo que sentimos.
De
ahí lo importante de conocer y manejar adecuadamente el lenguaje, aspecto que
cada vez se está quedando más abandonado y degradado. Pero eso es un tema para
un blog de otras características.
De
lo que quiero hablar es de cómo las palabras nos definen respecto a lo que
sentimos y pensamos acerca de nosotros mismos, y por ende, a como actuaremos.
Nos
definimos en cuanto como nos ven los demás y como nos vemos nosotros mismos en
una ligazón de eterno retorno.
Dice
Riikonen (1993) que hay palabras “vivas” y palabras “muertas”.
Las
palabras “muertas” limitan a la persona a una manera de ser y actuar, por lo
general, perjudicialmente. Así, los discursos sobre imposibilidad generan
incapacidad. Igualmente, los de “no cambio” llevan a definirse como una persona que jamás cambiará
haga lo que haga. Estos autodictados se suelen llevar a rajatabla, y son
autopredictivos. ¿Cómo va a cambiar alguien que cree que es imposible cambiar? Caería
en una grave contradicción. Esto le imposibilitará a intentar cosas nuevas.
Además es absurdo gastar energías en algo en lo que uno no cree que lleve a
ningún lado.
Como
decía antes, la visión externa de los demás y la propia van muy entrelazadas.
Por ejemplo, si una persona proyecta una imagen de descontrol que es refrendada
por una autoimagen similar, lo normal es que actúe como alguien sin control. La
gente que me rodea me lo confirmaría por mis actos, lo cual consolidaría mi propia
idea de que soy así, por lo que esperable es que siga actuando así, y crea que
soy así sin remedio.
Las
palabras “vivas” dejan puertas abiertas y dejan la posibilidad de cambio. La gente
que es proactiva, que no se vence fácilmente suele usar un lenguaje más
flexible y posibilista. Este discurso les hace intentar nuevas vías que pueden conducirles
a resultados deseados. Este lenguaje unido a la acción revierte en sus
emociones y en cómo se valoran a sí mismo.
Por
otro lado, ese lenguaje muerto se puede redefinir en algo no tan rígido. Así un
estado de decaimiento anímico se puede ver como un período de resistencia hasta
que las cosas estén mejor o se aclaren un poco. O una historia de imposibilidad
como una historia de búsqueda aún no concluida.
Nos
puede venir bien hacernos preguntas del tipo ¿Cómo es posible que aguantes
tanto tiempo así? ¿De dónde sacas esas fuerzas? ¿Con toda esa fuerza de
voluntad que otras cosas podrías hacer? ¿Ha habido alguna vez que las cosas
hayan sido distintas? ¿Qué hiciste para que fuese así? Etc.,
Este
tipo de lenguaje nos lleva a plantearnos excepciones en una manera de ver las
cosas de forma lineal y predeterminada. Estaríamos abriendo rendijas que
podrían llevar a cambios, y a romper esa pauta de (mala) autopredicción.
Javier
Gutiérrez Sanz
Psicólogo
Me apasiona este tema. Nuestro lenguaje y lo que decimos de nosotr@s y de lo posible o "im"-posible no solo es una radiografía de nuestras creencias, valores, "reglas" y representaciones. Lo que decimos y cómo lo decimos nos permite andar por uno u otro camino y cambiar nuestras palabras puede cambiar el mundo. Mi mundo. Y si yo cambio, cambia mi entorno y después el entorno de mi entorno.....Si queremos cambiar el mundo, debemos aprender a usar esas palabras "vivas", de posibilidades, de cambio y de acción. Muy buen post! Gracias....
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