Hay
muchos ejemplos en la Historia de personas que tuvieron ideas en las que
creyeron ciegamente y que generaron cambios enormes a su alrededor. Por poner
dos ejemplos contrapuestos se podría mencionar a Gandhi o a Hitler.
Es
inevitable tener ideas con mayor o menor presencia en nuestra mente. La
convicción que tengamos en ellas puede generarnos mucho bueno o mucho malo. Las
creencias son un combustible que nos pueden llevar a sortear obstáculos
aparentemente insalvables que estábamos seguros de no poder conseguir. Es algo
muy relacionado con la motivación. Es parecido a como las necesidades físicas
nos pueden empujar hacer cosas que no
creíamos capaces de conseguir o hacer.
Ese
tipo de ideas poderosas nos pueden llevar a dar un paso más allá. Me vienen a
la cabeza esas expediciones del S XIX que se adentraban en sitios totalmente
desconocidos e inhóspitos para alcanzar una meta. Y entre otros factores, el
tener esa idea de llegar a ese sitio o descubrir aquel lugar era un motor que
les forzaba más de lo que creían que podían hacer.
Esas ideas son muy buenas para alcanzar metas. Nos dan anclaje y seguridad.
Se convierten en brújulas que nos guían con paso firme. Pero estas ideas
también tienen su reverso: cuando esos pensamientos se vuelven rígidos,
inflexibles y esclavizadores. De ahí al fanatismo hay un paso. Son ideas que no
permiten la duda o el cuestionamiento porque si no, se tambalea todo. Tienen
una influencia gigantesca sobre la persona, haciendo que esta se ponga
completamente al servicio de la idea, pudiendo sacrificarse por ella.
Qué
importante es tener ideas robustas, bien formadas, pero susceptibles de ser
cuestionadas, de ponerlas en duda.
Me
viene a la cabeza la imagen de un barco. Se necesita que tenga una buena
estructura que soporte al propio barco y que no le haga zarandearse con facilidad
pero esta a la vez no tiene que ser demasiada pesada ya que entonces no dejará
manejar a la navegación con facilidad, y no le permitirá hacer cambios rápidos
e improvisados según las circunstancias.
Un
barco frágil se hundirá pronto. Otro demasiado robusto será complicado de
manejar en situaciones inesperadas.¿Cómo es tu barco?
Javier
Gutiérrez Sanz
Psicólogo