El
otro día vi Harakiri (1962), un film de Masaki Kobayashi. La película es
impresionante y ofrece variadas lecturas. Además la trama te atrapa desde el principio hasta el fin. Una de las cosas
que más me atrajo fue como plantea la lucha entre la imagen que queremos
proyectar y la que luego realmente es, y como cuando algo o alguien pone en
evidencia esa contradicción pueden darse dos respuestas: Por una lado, escuchar
e intentar hacer algo para acercar posiciones entre la imagen que damos de
nosotros y lo que realmente somos. Por otro lado, hacer caso omiso y tapar
nuestras miserias, realzando y sacando un (falso) brillo a la imagen. No cuento
que es lo que sucede, que para eso hay que ver la película.
¿Es
más importante para nuestra salud mental preservar nuestra imagen pública o
intentar ser coherentes con lo que propugnamos?
Javier
Gutiérrez Sanz
Psicólogo
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