Supongamos
que te gusta la Navidad, no sólo por el aspecto vacacional y de los regalos,
sino porque es un período de tiempo donde estamos más cerca de nuestros seres
queridos, y nuestros sentimientos son mejores respecto a lo que nos rodea.
Está
muy bien. Uno se siente mejor persona y cree que contribuye a su bienestar y al
de los demás.
La
pregunta es, ¿por qué entonces ese espacio temporal no se prolonga al resto del
año? No me refiero a tener comilonas de continuo y estar de fiesta todos los
días. Las rutinas del día a día se imponen, y además, lo que agrada en dosis
cortas, si se abusa, puede cansar. Me refiero más a la cercanía con los demás.
Esos encuentros o llamadas que sólo se hacen una vez al año. Si las
extendiéramos, lo normal es que nos encontrásemos más contentos con nosotros e
influiríamos positivamente en nuestro entorno, ¿no?
Volvamos
a suponer que te gusta eso de la Navidad…
Javier Gutiérrez Sanz
Psicólogo
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