Esta
frase es uno de eso esloganes que te encuentras en diversos sitios. Suena
fenomenal. Cuando le doy alguna vuelta más ya no me genera tanto entusiasmo. En
principio invita a aprovechar el momento porque no sabes que pasará mañana. Te
plantea el día como si fuera a ser el último en tu vida. Si fuera así, y
estuvieras en buenas condiciones, ¿qué harías? Intuitivamente sería completar
las cosas inacabadas, disfrutar de todos los placeres posibles, estar con todos
los seres queridos… Da la sensación de que todas esas acciones conllevan una
urgencia.
¿Y
el mañana? ¿Qué hacemos con él? Nadie garantiza que mañana estés vivo, pero es
cierto que si las circunstancias son normales, lo más probable es que sí. Si
planteáramos todos los días como el último de nuestros días, nuestro porvenir a
medio-largo plazo se tambalearía ¿Por qué prever lo que pasará dentro de 6 meses o más
si hoy es mi último día? Sabemos que para conseguir determinados objetivos hay
que planificarlos e ir sembrando para
que en el futuro den sus frutos.
¿Quiere
decir eso que no hay que vivir el presente? Claro que no. De hecho, se vive
actualmente hipotecado en el futuro. Las técnicas de mindfulness propician un
saludable vivir presente, el aquí y ahora.
Estar
demasiado anclado al pasado nos inmoviliza y nos “congela”. Estar demasiado en
el presente, nos puede hacer ser irreflexivos y no dirigirnos hacia dónde queremos
ir. Vivir de cara al futuro, nos hace olvidarnos del momento actual y nos
instala con frecuencia en la angustia y
la incertidumbre.
El
pasado es nuestra historia, lo que nos da identidad y nuestra saco de
aprendizajes. El presente es lo que es real a momento presente, lo más vital
que tenemos. Y el futuro es el objetivo hacia donde queremos llegar.
Un
equilibrio entre las partes suele ser lo ideal, donde cada una de ellas tenga
su sitio.
Javier
Gutiérrez Sanz
Psicólogo
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