Equilibrio

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miércoles, 22 de enero de 2014

Don’t Look Back


Escuché hace poco decir que cuando alguien está quejándose demasiado del tiempo presente, del poco prometedor futuro,  y alaba lo fantástico que fue el pasado, su pasado, el que realmente está mal es la persona, no el momento en el que vive.

Se pueden analizar diferentes épocas y decir, más o menos objetivamente, que ha habido unas más prósperas que otras (períodos de paz vs períodos de guerra).  Eso puede ser así, pero por lo general cada momento trae cosas buenas y malas.

Cuando se van cumpliendo años se suele tender una tendencia a la nostalgia y a darle más brillo a lo que sucedió antiguamente. Esto ya ocurre a mi generación aludiendo a la época del EGB como algo idílico, recalcando lo que se pierden los niños actualmente. Eso ya lo escuchaba yo cuando era niño de los adultos, y probablemente los niños de ahora hagan lo mismo en el futuro.

¿Es malo mirar al pasado? No, creo yo. Es nuestra historia, y es normal acudir a él, pero si me parece que estar demasiado pendiente de este y adornándolo puede indicar que ya se está muriendo en vida. Al fin y al cabo, ¿qué te va a ofrecer el presente/futuro comparable a ese maravilloso pasado? Yo también echo cosas de menos, y también creo que hemos perdido cosas en el camino que sería bueno recuperar, pero eso también está influido por mi propia experiencia. No está de más echar un vistazo a las cosas a las que no nos gustaría volver, en las que hemos mejorado ostensiblemente.

Creo que el momento actual (pese a la crisis) ofrece también muchas posibilidades, igual que sus correspondientes desventajas. Igual más o menos que cualquier otra época. Está en  nuestras maneras aprovechar las primeras y evitar en lo posible, las segundas. Experimentemos esta época porque no habrá otra igual. Creo que eso nos hará estar más despiertos, menos aislados.  En fin, algo más vivos.  

 

Javier Gutiérrez

Psicólogo

miércoles, 9 de mayo de 2012

Los Descendientes y los despertares

Hace un par de meses estrenaron Los Descendientes, de Alexander Payne con George Clooney.  Es una película que se prestaba a la confusión: ¿drama o comedia? Al final, ambas cosas se dan. Te ríes y te dan ganas de llorar.

Es una historia que cuenta como un personaje “despierta” a raíz de un acontecimiento imprevisto. Llevaba una vida pautada, muy ocupada, centrada, y de repente, todo se desbarata. La sensación es como si estuviera dormido y al despertar viera que no sabe dónde está ni que ha pasado para estar en esa situación. Todo es familiar pero también muy cambiado.

El protagonista se pasa parte de la película desorientado, intentando comprender que es lo que ha sucedido para ver que lo que le rodeaba no era como él pensaba. Además se va a tener que poner las pilas. Él sin darse cuenta, con sus acciones y omisiones, ha contribuido a que esa realidad “oculta” se haya creado.

Se siente abofeteado, zarandeado, removido pero va despertando y ese proceso de conciencia, le prepara para asumir lo que le ha pasado y enfrentarse a sus nuevas circunstancias. En el fondo se acaba encontrando mejor, con las ideas más claras, viendo de donde viene (cuál es su herencia), de lo que quiere hacer y a donde desea que vaya su vida.

No será fácil, pero ha cambiado. Ha despertado.

¿Estamos nosotros dormidos o despiertos?


Javier Gutiérrez Sanz

Psicólogo