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martes, 27 de diciembre de 2011

Taxi Driver. Soledad y Aburrimiento. El camino hacia el Vacío y la Ira


Hace unas semanas revisé el clásico de Martin Scorsese, protagonizado por Robert De Niro. Aparte de su calidad cinematográfica, que es de primerísimo nivel, me llamó la atención muchos aspectos que están relacionados con lo que se habla en este blog: Salud Mental, estar bien con uno mismo y con los demás. En esta película salen a relucir estados que propician la ausencia de aquella. Inevitablemente contaré cosas de la película, por lo que siento destripar parte (espero que no mucha) de la trama.
Siendo breve, la historia transcurre en nueva York en los años 70 y trata de una persona (Travis Bickle) que se mete a taxista  en los peores turnos y zonas de la ciudad. Esta visita continua a lo peor de la ciudad hace que se vaya degradando hasta desembocar en una reacción radical.
Es un proceso interior de degeneración, de tocar fondo para acabar en una respuesta contundente, irracional, primaria. Pero el camino no empieza desde cero. Travis, ya viene tocado. No sabe que hace con su vida. Se mete en ese trabajo para cubrir un tiempo que le mal sobra y que no sabe como emplear.
El personaje transmite una profunda soledad, enmarcado en una ciudad llena de gente con la que no logra conectar. Su trabajo podría fomentar el contacto humano, pero paradójicamente, amplifica esa soledad. La gente con la que trata es despreciable para él, que debería ser eliminada y por añadidura su contacto es breve. Es  gente, a la que probablemente no volverá a ver. Fuera del trabajo no tiene contacto con nadie. Después de terminar su jornada, se va a un apartamento inhóspito y se pasa el día viendo la tv o yendo a cines porno a pasar el rato. Travis es una persona aburrida, sin ningún tipo de interés por nada. Está desconectado. Además sufre un agudo insomnio que agrava todo lo anterior, aparte de darle una visión de cierta irrealidad. Sus incursiones con gente de fuera aunque, voluntariosas y llenas de buena fe, son desastrosas. No sabe como relacionarse con los demás y hace cosas inoportunas con una ingenuidad que deja perplejo. Es un desadaptado social.
Estos errores le hacen girar aún más hacia sí mismo. Su visión del entorno se radicaliza, siendo más hostil. Se palpa una tensión latente en las miradas, en las conversaciones. Está a punto de estallar. El vacío existencial sumado a su creciente ira le conducirá a una meta que dé cierto sentido a su vida. Se propondrá “salvar” a una prostituta adolescente y se preparará a conciencia. La consecuencia será una espiral de violencia de la que, sorprendentemente, saldrá bien parado y aparentemente redimido, aunque un plano final nos sugiere que no es así del todo.
El aislamiento le despersonaliza, le hace sentir vacío. El no tener intereses le empobrece y todo junto parece que le lleva a una depresión. Respondiendo a la tríada cognitiva de Beck, está mal consigo mismo (hay una ira larvada hacia sí mismo), el entorno se muestra hostil y el futuro, desesperanzador.
Esta falta de contacto con el mundo exterior convierte su pensamiento en algo más tosco y simple, volviéndose Blanco-Negro. Lo que no es bueno, debe desaparecer. Sin referentes válidos con lo que contrastar sus ideas estas se vuelven más absolutas. Y hay un entorno deprimente que confirma sus teorías: la gente con la que trata cada noche es basura que debe ser barrida. Esta idea sumada a la irritabilidad hacia sí mismo le da un objetivo o meta que cumplir. El tiempo que dura su “preparación” se ve a una persona más centrada, aunque su propósito sea malo.
Se da un proceso que puede empezar con:
Vacío/Soledad  --- Aburrimiento ----Hastío Existencial ---- Depresión ---- Ira hacia sí mismo y los demás  --- Reacción ---- Violencia.
Aunque no es la panacea y sea infalible, tener una buena compañía e intereses (variados si es posible) es una buena protección para preservar nuestro bienestar mental.



Javier Gutiérrez Sanz

Psicólogo