Equilibrio

Equilibrio
A ser feliz, se aprende

martes, 20 de enero de 2015

Cambia el dial

Muchas veces la gente se pregunta si puede encontrar alguien con quien estar bien. A veces creen que es por ellos, otras porque no existe gente que merezca la pena.  La conclusión general que se suele sacar es, “esto no tiene remedio y no lograré estar a gusto con alguien”. Como se puede intuir este punto de partida no es el más propicio para que las cosas salgan bien.
Pero hay casos en los que viniendo de ahí suceden cosas diferentes. De repente, se conoce a alguien en donde las cosas fluyen y van de maravilla. Puede que se piense que, al fin, se ha encontrado a la media naranja. Es obvio que la entrada de esa persona ha sido crucial, ¿pero la persona sigue siendo la misma? ¿Actúa igual? Puede que sí, pero también que no. De una manera inconsciente su comportamiento puede estar cambiando. Pongamos un ejemplo: Una persona que tendía a poner pegas a todo, que hacía que sus relaciones se deteriorasen. Conoce a otra persona que puede que no le juzgue tan rápidamente como un quejica, o que le sugiera de una manera amable que se puede uno quejar de manera diferente. Esta persona acoge con gusto ese nuevo trato y sin darse cuenta, se queja menos o de una manera no tan desagradable. Así, él o ella están poniendo nuevos elementos que hacen que la relación dure más tiempo o sea más satisfactoria. Sin percatarse está cambiando de frecuencia en su dial.
Esto que puede suceder de una manera desapercibida se puede hacer más consciente. Pregúntate que hay en tu manera de ver las cosas, de hacerlas que te llevan a una sintonía más adecuada, y qué te hace alejarte de ella.
Cambia de frecuencia


Javier Gutiérrez

Psicólogo 

viernes, 26 de diciembre de 2014

La Navidad

Supongamos que te gusta la Navidad, no sólo por el aspecto vacacional y de los regalos, sino porque es un período de tiempo donde estamos más cerca de nuestros seres queridos, y nuestros sentimientos son mejores respecto a lo que nos rodea.
Está muy bien. Uno se siente mejor persona y cree que contribuye a su bienestar y al de los demás.
La pregunta es, ¿por qué entonces ese espacio temporal no se prolonga al resto del año? No me refiero a tener comilonas de continuo y estar de fiesta todos los días. Las rutinas del día a día se imponen, y además, lo que agrada en dosis cortas, si se abusa, puede cansar. Me refiero más a la cercanía con los demás. Esos encuentros o llamadas que sólo se hacen una vez al año. Si las extendiéramos, lo normal es que nos encontrásemos más contentos con nosotros e influiríamos positivamente en nuestro entorno, ¿no?

Volvamos a suponer que te gusta eso de la Navidad…

Javier Gutiérrez Sanz
Psicólogo

martes, 11 de noviembre de 2014

Vive tu día como si fuera el último


Esta frase es uno de eso esloganes que te encuentras en diversos sitios. Suena fenomenal. Cuando le doy alguna vuelta más ya no me genera tanto entusiasmo. En principio invita a aprovechar el momento porque no sabes que pasará mañana. Te plantea el día como si fuera a ser el último en tu vida. Si fuera así, y estuvieras en buenas condiciones, ¿qué harías? Intuitivamente sería completar las cosas inacabadas, disfrutar de todos los placeres posibles, estar con todos los seres queridos… Da la sensación de que todas esas acciones conllevan una urgencia.

¿Y el mañana? ¿Qué hacemos con él? Nadie garantiza que mañana estés vivo, pero es cierto que si las circunstancias son normales, lo más probable es que sí. Si planteáramos todos los días como el último de nuestros días, nuestro porvenir a medio-largo plazo se tambalearía ¿Por qué  prever lo que pasará dentro de 6 meses o más si hoy es mi último día? Sabemos que para conseguir determinados objetivos hay que planificarlos e ir sembrando  para que en el futuro den sus frutos.

¿Quiere decir eso que no hay que vivir el presente? Claro que no. De hecho, se vive actualmente hipotecado en el futuro. Las técnicas de mindfulness propician un saludable vivir presente, el aquí y ahora.

Estar demasiado anclado al pasado nos inmoviliza y nos “congela”. Estar demasiado en el presente, nos puede hacer ser irreflexivos y no dirigirnos hacia dónde queremos ir. Vivir de cara al futuro, nos hace olvidarnos del momento actual y nos instala con frecuencia  en la angustia y la incertidumbre.

El pasado es nuestra historia, lo que nos da identidad y nuestra saco de aprendizajes. El presente es lo que es real a momento presente, lo más vital que tenemos. Y el futuro es el objetivo hacia donde queremos llegar.

Un equilibrio entre las partes suele ser lo ideal, donde cada una de ellas tenga su sitio.

 

Javier Gutiérrez Sanz

Psicólogo

lunes, 21 de julio de 2014

Fecha de caducidad


Todo pasa. Todo se acaba para que empiece otra cosa. A veces, el final de algo y el principio de otra cosa se convierte en algo sutil, nada abrupto. Difícil de captar.

Lo malo acaba terminado. Esto nos debe servir para coger distancia y no prolongar más el sufrimiento e incomodidad de la debida. Muchas veces se sufre más por lo que creo que me queda de malo que no por lo que ya está sucediendo en ese momento.  Es importante fomentar paciencia por un lado, y por otro, explotar todas las posibilidades que nos ofrece esa situación indeseable para que sea lo más leve posible, e incluso aprovechable.

Lo bueno también se acaba. Saberlo nos será útil para sacarle jugo y provecho a ese momento de bienestar. Atarse demasiado a algo bueno puede pasarnos factura cuando lo perdamos o estemos temiendo perderlo después, por el apego excesivo que hemos desarrollado hacia ese estado óptimo. Disfruta de ese momento como algo concreto y único que sólo se dará en ese momento. Lo más probable es que aparezcan muchos más en tu vida que deberán ser atendidos de la misma manera.

Creo que tener presente lo efímero de lo que nos rodea nos aligera. Nos centra más en el momento en el que estás viviendo y no tanto en lo que sucedió o en lo que ocurrirá.

 

Javier Gutiérrez

Psicólogo

martes, 20 de mayo de 2014

El detalle que ensombrece el resto


“En mi familia había una tía lejana de tanta edad como las longevas e igualmente solterona. Y esta llamaba a aquellas “las del chistido”. A mí me daba mucho fastidio. (…). Igual que a mi madre, aquellas mujeres me inspiraban cariño por la nobleza de sus sentimientos y por la fruición con que gozaban el rato que pasaban con nosotros. (…). Aunque el chistido fuera lo que más sobresalía, no quiere decir que debiera comentarse más que lo otro.  Y sin contar que al nombrarlas así, se hacia una síntesis falsa de ellas; esa síntesis no incluía lo demás, sino que lo escondía un poco; y cuando uno pensaba en ellas, lo primero que aparecía en la memoria era el chistido y eso tenía un exceso de comentario. Yo me reía sin querer y después rabiaba.” Este fragmento pertenece al libro  “Por los tiempos de Clemente Colling” de Felisberto Hernández. Me parece una descripción perfecta a través de una anécdota de lo que es el estereotipo, de la (mala) simplificación de lo que son las personas.

Sea por economía, por pereza, malicia, por la broma o por otras razones, la verdad es que solemos etiquetar a los demás en uno o dos atributos representativos, obviando el resto de sus cualidades. Aparte de incompleto e injusto, condiciona nuestra manera de relacionarnos con esas personas.

Esto se puede generalizar a grupos, etnias o demás agrupaciones de personas, creando maneras de pensar que si son negativas nos llevan comportamientos como el racismo, xenofobia, homofobia, recelo a otras clases, etc.,

Aún así, lo que más me llamó la atención es la parte final del texto donde el protagonista reconoce “Y yo me reía sin querer y después rabiaba”. ¡Qué fácil es que nuestra primera reacción sea caer en el tópico y el prejuicio! Aunque posteriormente no nos veamos reconocidos en él. Nos avisa de lo peligroso de la comodidad a la hora de emitir juicios, y de lo que nos perdemos por  no salir de ella.

 

Javier Gutiérrez

Psicólogo

martes, 6 de mayo de 2014

La terapia como acompañamiento


Se hace terapia básicamente para eliminar o minimizar el sufrimiento de la persona que acude a ella. Si es posible, esa reducción es bueno que vaya acompañada de un aprendizaje de habilidades para generar una autonomía de cara al presente y el futuro. Se hacen más cosas pero una que es vital es el acompañamiento del paciente.

La persona que busca nuestra ayuda muchas veces se siente sola respecto a ese problema. Ha intentado sin mucho éxito resolverlo y la ayuda del entorno ha resultado insuficiente. En muchos casos, el problema deriva en aislamiento. Ahí es donde el acompañamiento del terapeuta es crucial. Aparte de resolver el problema, va a haber una relación donde no se va a sentir solo, donde va a poder compartir sus sentimientos, sus pensamientos, sus inquietudes, preocupaciones, angustias…que seguramente no lo haya hecho de esa manera con nadie. Va a estar en un sitio donde no se va a sentir juzgado acerca de si hizo eso o lo otro mal, si es mala o buena persona…

Hay veces que la terapia sólo pide eso: que la persona se vea acompañada en ese tramo de su vida. Muchas veces hay problemas que se resuelven porque el entorno ha ido de la mano del que sufría. Únicamente necesitaba eso; no sentirse solo en ese trance.

Por eso es muy importante cuidar la relación terapéutica. No se trata sólo de estar ahí, si no que se haga con calidad. Esto es, comprensión, calidez humana, incondicionabilidad, empatía, etc.,

Muchas veces un buen acompañamiento marca la diferencia en un buen tratamiento.

Javier Gutiérrez Sanz

Psicólogo

miércoles, 5 de marzo de 2014

Dame una idea


Pon una idea poderosa en una persona y puede que cambie el mundo… o lo destroce…
Hay muchos ejemplos en la Historia de personas que tuvieron ideas en las que creyeron ciegamente y que generaron cambios enormes a su alrededor. Por poner dos ejemplos contrapuestos se podría mencionar a Gandhi o a Hitler.
Es inevitable tener ideas con mayor o menor presencia en nuestra mente. La convicción que tengamos en ellas puede generarnos mucho bueno o mucho malo. Las creencias son un combustible que nos pueden llevar a sortear obstáculos aparentemente insalvables que estábamos seguros de no poder conseguir. Es algo muy relacionado con la motivación. Es parecido a como las necesidades físicas nos pueden empujar  hacer cosas que no creíamos capaces de conseguir o hacer.
Ese tipo de ideas poderosas nos pueden llevar a dar un paso más allá. Me vienen a la cabeza esas expediciones del S XIX que se adentraban en sitios totalmente desconocidos e inhóspitos para alcanzar una meta. Y entre otros factores, el tener esa idea de llegar a ese sitio o descubrir aquel lugar era un motor que les forzaba más de lo que creían que podían hacer.

Esas ideas son muy buenas para alcanzar metas. Nos dan anclaje y seguridad. Se convierten en brújulas que nos guían con paso firme. Pero estas ideas también tienen su reverso: cuando esos pensamientos se vuelven rígidos, inflexibles y esclavizadores. De ahí al fanatismo hay un paso. Son ideas que no permiten la duda o el cuestionamiento porque si no, se tambalea todo. Tienen una influencia gigantesca sobre la persona, haciendo que esta se ponga completamente al servicio de la idea, pudiendo sacrificarse por ella.
Qué importante es tener ideas robustas, bien formadas, pero susceptibles de ser cuestionadas, de ponerlas en duda.
Me viene a la cabeza la imagen de un barco. Se necesita que tenga una buena estructura que soporte al propio barco y que no le haga zarandearse con facilidad pero esta a la vez no tiene que ser demasiada pesada ya que entonces no dejará manejar a la navegación con facilidad, y no le permitirá hacer cambios rápidos e improvisados según las circunstancias.
Un barco frágil se hundirá pronto. Otro demasiado robusto será complicado de manejar en situaciones inesperadas.
¿Cómo es tu barco?

 
Javier Gutiérrez Sanz

Psicólogo